La mayor parte del tiempo, cuando el individuo se siente amenazado en algo que le importa mucho, surgen los celos; el riesgo de perder un afecto considerado como vital; temor de verse suplantado en una competencia, miedo de perder su prestigio, y así sucesivamente.
Los celos son reacciónales, son por miedo de la ansiedad vital, a menudo son un sentimiento de inferioridad.
En el adulto, los celos comienzan con frecuencia por la envidia: se descubre algún valor en alguien; algo que deseamos tener o ser.
Nuestro sentimiento de valor personal es lesionado: la cualidad del otro nos humilla, afín que tengamos sentimientos de inferioridad no dominado.
En lugar de admirar y de intentar adquirir el bien o la cualidad que envidiamos, nos encerramos y nos resentimos con la persona que consideramos “superior” agresiva; porque su sombra nos cubre. Si ese sentimiento no es analizado o examinado concientemente nos invadirá el deseo de venganza, así pues surgirán los chismes, propósitos venenosos, y el deseo de ver hundida en una pena para saciar nuestra ignorancia.